A pesar de lo que se dice, el mundo Cristiano no se divide entre aquellos que tienen credos y confesiones y aquellos que solo tienen la Biblia. Realmente está dividido entre aquellos que tienen credos y confesiones, las escriben y las hacen públicas, abiertas al escrutinio público y a la corrección, y aquellos que las tienen pero no las escriben. La razón es simple: cada iglesia (y, en verdad, cada cristiano) cree que la Biblia significa algo, y lo que se cree que la Biblia significa es su credo y confesión, elija escribirlo o no.
Por supuesto, aquellos que argumentan que ellos no tienen ningún credo sino que a Cristo ni ningún libro sino que la Biblia están generalmente tratando de proteger algo importante y bíblico: la suprema autoridad de la Escritura en todos los asuntos de la fe y la práctica Cristiana. Ellos, correctamente, temen permitir que tradiciones o ideas no bíblicas impacten la sustancia de lo que la iglesia cree. Pero a pesar de todas las buenas intenciones que ellos puedan tener, creo que lo que ellos quieren proteger – el estatus único de la Escritura – es mejor protegido por medio de los documentos confesionales explícitos, conectado con una forma de gobierno de iglesia cuidadosamente pensada.
De hecho, irónicamente, son aquellos que no expresan su confesión en un documento escrito los que corren más peligro de elevar sus tradiciones sobre la Escritura de tal forma que ellas nunca pueden ser controladas por la Biblia. Si una iglesia tiene un documento que dice que es dispensacionalista en escatología, todos sabemos dónde esa iglesia se posiciona en el asunto de los últimos tiempos, y nosotros podemos ser los Bereanos que piensan y evalúan la posición de la Escritura para ver si es así. La iglesia que te dice simplemente que esa su posición sobre los últimos tiempos es la misma que se encuentra en la Biblia parece estar diciéndote todo, pero verdaderamente no te dice nada.
Resumidamente, los credos y confesiones, unidas con una política eclesiástica bíblica, son una parte vital para mantener la vida de una iglesia neo testamentaria. Aquí hay siete razones por las que todas las iglesias deberían tenerlas.
1. Las Confesiones limitan el poder de la iglesia
En una época cuando las palabras, especialmente las palabras de afirmaciones que reivindican la verdad, son siempre sospechosas de ser parte de un manipulador juego de poder, es quizás contrario a la intuición el pensar que las confesiones limitan el poder de la iglesia. Pero un momento de reflexión deja claro que eso es exactamente lo que ellas hacen. Un presbítero en una iglesia tiene autoridad solamente en lo relativo a los asuntos que la confesión define. Así, si alguien en la iglesia declara que la Trinidad no tiene sentido o comete adulterio, los ancianos tienen el derecho y la obligación de intervenir. Ambos asuntos son tratados en los Padrones de Westminster. Pero si alguien desea aparecer en la iglesia vistiendo un terno amarillo brillante o decide hacerse vegetariano, los presbíteros no tienen el derecho para intervenir. Ellos pueden tener reservas personales acerca del gusto que esa persona tiene para elegir su ropa o preguntarse cómo alguien puede vivir sin comer ocasionalmente una hamburguesa, pero no es asunto de la iglesia abordar ninguno de esos temas. De hecho, eso es lo que frena que las iglesias se conviertan en sectas: afirmaciones claras y abiertas acerca de donde la autoridad de la iglesia comienza y termina, unido con un proceso transparente de ejercer dicha autoridad.
2. Las Confesiones ofrecen breves resúmenes de la fe.
Si tienes en tu biblioteca o en tu bolsillo una copia de los Estándares de Westminster, tienes más contenido teológico por página que en cualquier otro libro que no sea la Biblia. Tomos teológicos a menudo parecen vastos y hostiles, y pocas personas tienen tiempo para leerlos. Pero el Catecismo Menor puede ser llevado en un bolsillo, leído en unos pocos minutos, y fácilmente memorizado. Él es un currículo teológico completo en una forma fácilmente digerible. Por supuesto, hay otros libros que hacen algo similar. ¿Pero hay alguno que lo haga tan eficientemente y de forma tan fácilmente digerible? La iglesia con una buena confesión y un buen catecismo tiene una herramienta pedagógica lista para enseñar la verdad a su gente.
La historia ha probado esto una y otra vez. Aquí, por ejemplo, hay una cita de B.B. Warfield, en 1909:
¿Cuál es la “marca indeleble del Catecismo Menor”? Tenemos los siguientes fragmentos de la experiencia personal de un general oficial del ejército de Estados Unidos. Él estaba en una gran ciudad de occidente en la época de mucha excitación y violentas revueltas. Las calles eran invadidas diariamente por peligrosas turbas. Un día él observó aproximándose hacia él a un hombre que singularmente combinaba calma y firmeza en su semblante, cuyo comportamiento inspiraba confianza. Él estaba tan impresionado con el porte en medio de la bulla que, cuando pasó al lado de él, se volvió para mirarlo, solamente para percibir que el extraño había hecho lo mismo. Al observar que el extraño se había volteado volvió hacia él, y tocando su pecho con el dedo índice, preguntó sin introducción, “¿Cuál es el fin principal del hombre?” Y recibió la contraseña, “El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre” – “Ah!”, dijo, “yo sabía que eras un muchacho del Catecismo Menor por el cómo te veías!”, “Eso era lo mismo que yo estaba pensando de usted”, fue la respuesta. (Selected Shorter Writtings, vol.1, 383-84).
El conciso comentario de Warfield sobre esta historia es, “Vale la pena ser un muchacho del Catecismo Menor. Ellos crecen para ser hombres. Y mejor que eso, ellos son extremadamente aptos para crecer para ser hombres de Dios.” La razón, obviamente, es que el Catecismo Menor es indiscutiblemente una declaración excelente y concisa de todo el consejo de Dios.
3. Las Confesiones permiten una distinción apropiada entre los oficiales y los miembros de la iglesia
Existe un debate en los círculos reformados acerca de exactamente cuánto conocimiento doctrinal debe ser requerido para la membresía en una iglesia. Yo creo que Romanos 10 indica que el límite debe ser puesto más abajo que alto. Una confesión básica, combinado con un espíritu humilde y enseñable es suficiente.
Incluso si alguien no está de acuerdo con colocar el límite abajo, todos deben estar de acuerdo en que debe existir una diferencia entre el grado de conocimiento requerido de un oficial y de un nuevo miembro. El lugar donde uno comienza la vida cristiana no debe ser el mismo donde se termina. Hay que crecer en madurez, de lo cual es el crecimiento en conocimiento doctrinal, y los documentos confesionales de una iglesia ofrecen un mapa o una lista de requisitos que le dan sustancia y estructura a este crecimiento. La iglesia sin confesiones o con lo mínimo de afirmaciones doctrinales tiene la desventaja de no ser capaz de colocar delante de las personas ninguna visión bíblicamente ambiciosa de lo que la teología de un cristiano maduro debería ser.
4. Las Confesiones enfatizan lo que es importante
Quizá es posible expresar este punto en forma negativa: si algo no está en la confesión, será difícil argumentar que tiene gran importancia. Esa es una razón por la que las confesiones deben ser bien elaboradas. Si, por ejemplo, una iglesia tiene una base doctrinal o confesión de diez puntos, el problema que los presbíteros enfrentarán es cómo ellos convencerán a su gente que un onceavo punto doctrinal es realmente importante. Si no está en la confesión, la iglesia está funcionalmente permitiendo libertad de conciencia sobre ese asunto. Por ejemplo, si la afirmación no hace referencia al bautismo y, por lo tanto, permite tanto a los paedobautistas como a los credobautistas ser oficiales, entonces el bautismo como un asunto ha sido cuestión de una indiferencia práctica. Lo mismo se aplica a cualquier doctrina – perseverancia, santificación, escatología: si no es mencionada, entonces la iglesia no tiene ninguna posición oficial sobre ella y ella está relegada a ser una cuestión de menos importancia.
Nuevamente, para retornar al punto anterior: el nuevo convertido o el nuevo miembro no conocerá necesariamente al momento de afiliarse a la iglesia qué es importante y qué es indiferente. Una buena y elaborada confesión le da a iglesia no solamente un gran mapa pedagógico, sino también un fino recurso para enseñar a la gente acerca de lo que realmente importa y por qué.
5. Las Confesiones relativizan el presente y nos conectan con el pasado.
Todos sabemos que el cristianismo no es reinventado cada Domingo. Todos nos paramos sobre una base que ha sido construida para nosotros por muchos hermanos y hermanas en Cristo que se han ido antes que nosotros. Aunque a menudo seamos tentados a vivir como si eso no fuera cierto. Esto difícilmente debería sorprendernos, ya que vivimos en una época donde las fuerzas anti históricas de la cultura general son poderosas e invasivas. Sea en un comercial que nos dice que la próxima compra nos traerá felicidad o la ciencia prometiendo algún gran avance que cambiará nuestras vidas, todo a nuestro alrededor apunta para el futuro como a aquello que es más importante y, ciertamente, muy superior al pasado.
En contraste, el cristianismo es una religión basada en la historia. Fue constituido por las acciones históricas de Dios que culminaron en Cristo, y llega a nosotros a través de la fiel articulación y preservación de su mensaje por medio de la iglesia de Dios en todas las épocas. Eso es profundamente contra cultural y algo de lo cual necesitamos ser recordados constantemente. Irónicamente, puede ser que aquellos que afirman no tener credos sino que solo la Biblia estén verdaderamente reflejando el espíritu de nuestra época con todo su triunfalismo anti histórico.
En este contexto, el uso de los credos y los confesiones es un medio intencional de conectarnos con el pasado, de identificarnos con la iglesia de épocas anteriores, y, por lo tanto, de relativizar nuestra propia significancia en el gran propósito de las cosas. Recitar las antiguas fórmulas credales en el servicio de culto es un ejemplo práctico de ello. La afirmación de estándares confesionales históricos, como expresión del compromiso doctrinal de los oficiales de la iglesia y el contenido de las ambiciones pedagógicas de la iglesia, es otro.
6. Las Confesiones reflejan la sustancia de nuestro culto
Cuando enseño mi curso sobre la Iglesia Primitiva, siempre enfatizo que la dinámica que los primeros debates trinitarianos y cristológicos es doxológica e intrínsecamente conectada con el culto cristiano. Explicado de forma simple, la afirmación iglesia primitiva “Jesús es el Señor” y la conjunción de Padre, Hijo y Espíritu Santo en la fórmula bautismal nos apunta a un fundamento de profunda teología. Ellos nos dan el contexto para las discusiones que acabarían por constituir el Credo Niceno y la Definición de Calcedonia. La confesión tradicional de la iglesia comienza con la reflexión del significado de los actos del culto.
Por dos milenios, el culto de la iglesia no ha cambiado en sus puntos fundamentales – esto es, una declaración de que Jesús es el Señor y que la salvación es una obra del Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo – y nuestras confesiones explican el contenido de esos puntos.
Por lo tanto, no debemos pensar que las confesiones y las doctrinas contenidas en ellas sean contrarias a un culto vibrante. Poseer una confesión, ciertamente, no es igual al culto vibrante, ni lo garantiza, de la misma manera como la mera existencia de un código legal no garantiza una sociedad civilizada. Pero las confesiones son prerrequisitos de un culto vibrante y racional, las cosas que le dan sentido a lo que somos como cristianos.
Esa función confesional se hará más obviamente importante en los años que vienen. En la medida que otras religiones choquen con el cristianismo, y especialmente, alguna de ellas que usan el mismo tipo de lenguaje bíblico que nosotros utilizamos, se hará más crucial que entendamos no sólo qué palabras usar, pero también que significan aquellas palabras. Tu amigable vecino mormón también puede afirmar que Cristo es el Señor; incluso, él puede cantar los mismos himnos en su servicio de culto. Así que necesitarás saber exactamente lo que tu iglesia afirma cuando dice “Jesús es el Señor” o cuando realiza un bautismo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Buenas confesiones de habilitan para hacer eso con mayor facilidad que cualquier otras cosa.
7. Las Confesiones cumplen una parte vital en el plan de Pablo para la iglesia post apostólica
Cuando Pablo escribió desde la prisión a su aprendiz, Timoteo, su mente estaba enfocada en el como la iglesia se iba a manejar después que él y los apóstoles salieran de escena. Su respuesta tiene dos componentes: una estructura en la cual el gobierno de la iglesia fuera puesto en las manos de hombres comunes pero fieles, y una forma de palabras sanas. Las dos eran necesarias. Sin estructura, la iglesia no podrían tener liderazgo; sin una forma de palabras sanas, ella podría desviarse de sus fundamentos teológicos, perdiendo contacto con su pasado y con otras congregaciones en el presente. Una forma de palabras sanas, una confesión, era crucial para mantener la continuidad con los apóstoles y la unidad con los cristianos del presente. Y eso es lo que nuestros documentos confesionales hacen hoy: ellos nos unen con fieles hermanos y hermanas en el pasado y con los del presente.
La afirmación “ningún credo sino que a Cristo ni ningún libro sino que la Biblia” tiene un sonido especialmente piadoso y bíblico, pero no debemos tener vergüenza de ser cristianos confesionales, porque las confesiones nos permiten mantener ciertas prioridades bíblicas. Debemos dar gracias por ello y tratar de mostrar a nuestros hermanos no confesionales una mejor forma de preservar las cosas que son de valor para todos los cristianos.
Fuente: Why Christians need confessions
Sobre el autor:
Carl R. Trueman es un teólogo cristiano e historiador de la iglesia. Es profesor de teología histórica y la historia de la iglesia y posee el Paul Woolley Cátedra de historia de la iglesia en el Seminario teológico de Westminster.
Trueman estudió en la de St Catharine's College, Cambridge y la Universidad de Aberdeen y anteriormente enseñó en la Universidad de Aberdeen y la Universidad de Nottingham. Fue editor de Themeliosde 1998 a 2007 y es miembro del Consejo de la Alianza de Evangélicos Confesionales.